lunes, 17 de agosto de 2009

Cancha Sucia-


- Lo que opino del futbol se ve reflejado en artículo del Senador Nacional electo por la provinvia de Cordoba, Luis Juez. Publicado en la voz del interior.


Corrupción 1-Pobreza 0

El Gobierno nacional se metió de cabeza en el fútbol. Y se sumergió en el fenomenal negocio de los derechos de televisión, enarbolando la bandera de fútbol para todos. Por Luis Alfredo Juez.
Relac: 0-->Multi: 0-->Por Luis Alfredo Juez Senador nacional electo (Frente Nuevo, Córdoba)


Nuestro país puede alimentar a una población 10 veces mayor a la actual (400 millones); sin embargo, uno de cada cinco niños, entre su nacimiento y los 5 años, ha sufrido el hambre. 4.500.000 hogares viven en la pobreza en nuestro país.

Por día, mueren ocho niños de hambre en la Argentina. El 20 por ciento de los jóvenes está fuera del sistema educativo y del mercado del trabajo. Sólo en el Gran Buenos Aires,500 mil jóvenes están en esta situación.

(Datos del Barómetro de la Deuda Social Argentina, Universidad Católica Argentina)

¡Fútbol para todos! Muy bien. Pero antes… dignidad para todos. Alimentos para todos. Educación para todos. Salud para todos. Esto es casi una súplica, mirando la cruel foto de arriba que impone con letras a fuego cuál es la verdadera agenda de los argentinos.

Me preocupa la mediatización... me inquieta… y mucho más cuando pone en la cresta de la ola temas tan sensibles como el hambre de la gente. Se me ocurre que el “esnobismo mediático”, como un recurso de comunicación, contribuye fatalmente a frivolizar el tema y vaciar su esencial contenido. ¿Adónde fue a parar la gripe A? ¿Qué pasó con Tartagal? ¡Cuidado que se viene el dengue! Así, los flagelos reales, palpables, que matan personas y amenazan el futuro, van, vienen y desaparecen de las pantallas y las páginas como por arte de magia.

Con la pobre pobreza se pretende hacer lo mismo. Hasta el Vaticano ha dado muestras de estar provisto de datos y, cuando “todos” hablan de la pobreza, nadie se anima a hablar de ella con seriedad.

El Gobierno nacional se metió de cabeza en el fútbol. Mejor dicho, se metió en el negocio del fútbol y no en el fútbol como deporte. Y, precisando un poco más, se sumergió en el área chica del fenomenal negocio de los derechos de televisión y publicidad, enarbolando la pomposa bandera de fútbol para todos.

Hay diversos lugares donde pararse para abordar la cuestión. Se sabe que soy futbolero apasionado, así que no me parece el mejor sitio opinar desde el frente del televisor. Tampoco el lugar del neoliberalismo, defendiendo los intereses de monopolios y, mucho menos, el lugar de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), corporación civil sospechada que ha creado, a lo largo de 18 años de contrato, la sumisión más miserable que uno pueda imaginar, de cientos de clubes de fútbol que hoy tienen hasta las tribunas con pedido de embargo.

Prefiero hablar y pensar desde los argentinos, desde la maltratada población de un país asolado por la pobreza. El mundo real es el de más de 40 por ciento de pobres (12 millones por debajo de la línea de pobreza y, además, ocho millones por debajo de la línea de indigencia).

El otro mundo es el de los contratos millonarios a entrenadores y futbolistas de instituciones en quiebra o al borde de ella, con dirigentes que jamás rindieron cuenta y, lo que es peor, jamás se las pidieron, el de las “lágrimas” de TyC rugiendo que con menos de 300 millones no les cierra el negocio. ¡Un asco! Perdonen mi rabia. Disculpas por el exabrupto, pero es mi primera reacción ante el contraste de dos mundos enfrentados.

Digo enfrentados porque, por un lado, cientos de millones de pesos bailan alrededor de la pelota y, por otro, cientos de miles de aficionados y futboleros se mueren de hambre. Porque la dirigencia y los administradores se llenaron de plata y los hinchas se empobrecieron.

Porque en el fútbol también hay dos países: el unitario, el del “orden” de Don Julio en el que sólo los “equipos grandes” cuentan, y el otro, el de los pobres equipos del interior del país a los que siempre les correspondieron migajas de esa monumental torta que la AFA reparte. ¿Cómo es posible entender que Córdoba nunca haya sido sede de un partido de eliminatorias de la selección argentina? ¿A esto apuntará la grandilocuente frase “democratización del fútbol”? Me hubiera gustado que el Estado se acordara del fútbol mucho antes, pero del fútbol-deporte, no del fútbol-negocio, y con él de todos los deportes amateurs. Esa cantera de vida que arranca a los chicos de la calle y oficia de una extraordinaria red de contención e inclusión social, Imagino que con muchísimo menos de esos 600 millones anuales que aportaría el Estado se podría fomentar la actividad de miles de clubes y centros deportivos que a duras penas pueden abrir sus puertas y subsisten sólo a fuerza de pasión y tesón de quienes están al frente de ellos.

El Estado no es una empresa, y aún sigo escuchando a quienes sostienen que ésta puede ser una gran oportunidad para un buen negocio del Estado. “El Estado soy yo”, dice Néstor (cual Luis XIV) y arremete sin pudor a la firma en nombre de la Nación de una turbia asociación de intereses muy ajenos a la gente. Y, como si fuera poco, fatalmente este negocio parece estar diseñado para que otra pata lo complete: el juego (Prode) y allí entrará seguramente en escena un histórico socio del poder, el inefable Cristóbal López.

Es claro que la voracidad les ganó a los resultados del 28 de junio y parece que la corrupción le va ganando a la pobreza. Los argentinos gritaron un alerta a la desmesura y la ambición de poder y la sordera oficial sigue paseándose impúdica tanto por los pasillos de la AFA como por el Congreso Nacional.

Esta semana se aprobaron superpoderes con la complicidad de opositores y algunos “progresistas” que hicieron de su repudio a estas facultades bandera de costosos comerciales. A partir del 10 de diciembre, urge la construcción de la esperanza con una nueva mayoría federal. Un bloque de la dignidad que se rebele contra la corrupción, esa puerta por la que entran la inequidad, la injusticia, el hambre, la discrecionalidad. Sólo la historia y este pueblo dirán quiénes estuvieron a la altura de las circunstancias.

Para terminar, me cabe una reflexión futbolera: van ganando los miserables, pero falta mucho por jugar. © La Voz del Interior



Hasta la próxima, unidos y dignos!!

No hay comentarios: